martes, 25 de diciembre de 2018

CAPITULO 16





Durante un instante Pedro se preguntó qué pasaría si se dejara llevar y le declarase su amor. Tal vez pudiera ser feliz con ella para siempre. Tal vez pudieran romper la evidencia de todas las estadísticas. Pero era una idea estúpida. Una mujer como ella no sobreviviría en Seattle. Era un lugar mucho más duro, con una sociedad muy distinta a la de Túpelo. Una mujer de campo como Paula se moriría en la ciudad.


La cogió de la mano, apretó, y la miró a los ojos.


—Lo siento, Paula, siento que esto haya ocurrido.


—¿Estás echándome, Pedro?


—Yo… No. No volveré a hacer tal cosa nunca, pero quiero que sepas que no hay esperanza. No tiene nada que ver contigo. Eres la mujer cariñosa, sincera y apasionada que pareces ser, y lamento que sientas tanto afecto por un hombre como yo —dijo, soltándola y metiéndose las manos en los bolsillos—. No soy la persona que necesitas, Paula.


Paula supo que había perdido, al menos por aquella noche. No podía hacer nada más, ni decir nada más. Era un hombre implacable.


—En ocasiones pueden producirse milagros, Pedro —dijo con suavidad.


Entonces se levantó y se marchó.


Él escuchó sus pasos, deseando llamarla para que volviera. Pero no habría sido una buena idea.


Había hecho lo correcto. Era lo mejor para ambos. No debían involucrarse emocionalmente, sabiendo que acabaría rompiéndole el corazón.


Cuando escuchó que su coche se perdía en la distancia, dio la vuelta y miró hacia el exterior. El vehículo de Paula desapareció en la carretera. Le resultó divertida la terrible angustia que sentía, aunque no se hubiera comprometido a nada.




No hay comentarios:

Publicar un comentario